04 abril 2011

Sin tiempo y dejando…


Creo que lo deje un poco de lado, como una cosa de 8 meses. Pero la verdad, después de las malas noticias solo quería esperar el momento y llevarlo bien. Al final simplemente lo lleve.

Todo empezó un domingo de agosto, caluroso, agobiante y pesado. Por la noche Tere empezó con contracciones cada media hora, y pasaron a ser de quince minutos. Así que, como buenos primerizos, nos fuimos al hospital de buena mañana para ver si todo marchaba correctamente. Y así fue, todo estaba correctamente y nos dijeron que la cosa estaba muy verde, y que esperáramos en casa. Durante todo el día cesaron las contracciones y solo las notaba en intervalos muy grandes de tiempo.

Una de las preocupaciones de Tere eran sus padres, ya que estos estaban en el pueblo, no tienen coche, ni carnet para conducir. Los avisamos por si querían venir, y así estar cuando pasara todo. Mi suegra enseguida busco la forma de venir y mi suegro dijo que el ya bajaría más tarde. Y para que estuviera más tranquila, mi suegra se quedó en nuestra casa, y así fue, ella estaba más tranquila… pero nosotros no.

Como buena madre, mi suegra estaba preocupada por su hija, y cada contracción que le daba a Tere, mientras ella estaba soplando, mi suegra le recordaba que ella estaría más tranquila si fuéramos al hospital. A lo cual Tere le contestaba entre soplido y soplido, que le habían dicho en el hospital que esperáramos a que las contracciones fueran más seguidas. A la cuarta vez que se lo repitió en menos de 2 horas, Tere ya no era la única que soplaba, yo me uní a ella.

¿Cuándo uno sabe que es hora de ir al hospital? Yo lo supe, no porque Tere rompiera aguas, no porque las contracciones fueran cada 3 o 4 minutos, nada de eso sucedió. Más bien fue porque Tere le grito a su madre. Ese, fue el momento de volver a ir al hospital.

Justamente cuando fuimos estaban de reformas en el paritorio, iban a estar toda la semana en una sala provisional, en otra planta diferente. La sala antigua tenía una sala de espera de unos cuatro metro de ancho por cinco de largo con unos doce asientos, y los aseos estaban en la salida del edificio, a unos treinta metros. Por suerte, donde estaba ahora el paritorio provisional, había una sala de espera cuatro veces más grande y los aseos estaban a tres metros. Lo malo que tenía es que no podías entrar para estar en la sala de dilatación porque no había sala de dilatación. Así que si Tere entraba, y la cosa iba bien podría entrar en el último empujón, si la cosa iba mal o había una pequeña complicación, solo podría verla cuando saliera con la pequeña.

Una vez dentro vieron que las contracciones eran cada 10 – 15 minutos y ya había dilatado un poco, así que, prefirieron que se quedara hospitalizada, pero ya nos dijeron que la cosa iba para largo. Eso fue un miércoles a las seis de la tarde.

Esa noche la pasamos ella y yo en la habitación del hospital con una chica extranjera, su hijo y su hermana, con las cuales no pudimos entablar conversación por problemas lingüísticos. Tere se pasó toda la noche con contracciones. Y cuando en la habitación reino un poco de silencio, yo empecé a roncar, es una facilidad que tengo de quedarme dormido en cualquier sitio, en cualquier situación. Pero a las 6 de la mañana vino la enfermera a hacerle una visita para ver como estaba, y al ver que estaba toda la noche con contracciones, y la cara de cansancio que tenía, la bajaron a urgencias para revisar su estado.

Allí en la sala de espera, estábamos yo y un chico. El cual llevaba el mismo tiempo en el hospital que yo, y su mujer estaba casi en la misma situación que la mía. A la hora de estar en la sala de espera, apareció mi padre, “así por lo menos tendría algo de compañía” pensé yo. Al verme con mi padre y ver al otro chico que estaba solo, me dio un poco de pena, lo que no sabía era que horas más tarde me iba a dar envidia.

En el paritorio le vieron a Tere que la cosa no había avanzado mucho, así que le pusieron un relajante para que pudiera descansar, ya que llevaba tres noches sin pegar ojo. Por suerte la subieron a planta, ya que si se hubiera quedado en la sala del paritorio, no me hubieran dejado entrar a verla. Y aprovechando que Tere estaba durmiendo, y que mi padre estaba con nosotros, me fui a tomar un café que no fuera de la máquina de la planta y leer tranquilamente un periódico. Y ahí empezo el tramo final.

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